Sé que la ansiedad puede ser un tema que toca de cerca a muchos de nosotros. Tal vez porque sentimos que vivimos en un tiempo en el que los problemas parecen desbordarnos, o quizás porque nuestra mente, en algún momento, empezó a volverse contra nosotros mismos, haciéndonos sentir incapaces de encontrar una salida.
Y es que, para quienes no lo han experimentado, la ansiedad es más que solo “preocuparse demasiado” o “sentir un poco de nervios”; es como tener un ruido constante en la cabeza que nos impide disfrutar de cada momento, que roba nuestra paz y nos aleja de nuestra mejor versión. Pero, aunque a veces cueste creerlo, la ansiedad tiene solución, y nadie debería resignarse a vivir con ella.
Mi experiencia con la ansiedad.
Hablar de ansiedad en primera persona es un ejercicio que me hace recordar lo que he pasado. Hay algo bastante potente en reconocer que uno mismo ha vivido esa batalla interna, porque te permite entender, desde el corazón, a quienes están en la misma situación. La ansiedad no siempre se muestra con los típicos ataques de pánico que vemos en las películas. Muchas veces, es sutil y se cuela en tu vida sin que te des cuenta. Es ese constante estado de alerta, esos pensamientos intrusivos que te dicen que algo malo va a pasar, el agotamiento que sientes sin razón aparente o la incomodidad de estar en sitios donde antes eras feliz.
En algún momento, me di cuenta de que mi vida estaba siendo devorada por la ansiedad. Desde que me levantaba hasta que me acostaba, había una preocupación constante, una especie de temor hacia lo que podía pasar, aunque nada en realidad estuviera sucediendo. Y cuando me di cuenta de que llevaba demasiado tiempo viviendo así, fue cuando me pregunté: “¿En serio tengo que acostumbrarme a vivir con esto?”
La importancia de no aceptar la ansiedad como un estado permanente.
Una vez alguien me dijo: “La ansiedad es una mala compañera, pero solo se queda si tú le das espacio”.
Al principio, me costó creerlo. Porque, en serio, ¿Cómo se puede «invitar» a la ansiedad? Pero resulta que, cuando aceptamos la ansiedad como parte de nuestro día a día y no hacemos nada para cambiarlo, estamos permitiendo que se quede. Nos acostumbramos a vivir con miedo, nos limitamos a evitar situaciones, personas o lugares que antes amábamos. Pero lo más dañino de esto es que acabamos perdiendo nuestra libertad y dejamos de disfrutar de la vida.
Hoy quiero decirte que no tienes que aceptar esto como algo “normal”. Puede que la ansiedad esté muy presente en tu vida, pero no tienes que conformarte con esa sensación de inquietud eterna. Hay maneras de afrontarla, herramientas que te pueden ayudar a reducir su impacto y, en muchos casos, incluso a erradicarla. Sé que es difícil imaginarlo si llevas años sintiendo ansiedad… Pero créeme, es posible.
Aceptación, no resignación: el primer paso hacia la mejora.
Algo importante en el camino hacia la mejora es aprender a aceptar que la ansiedad es parte de nuestra experiencia humana, sin resignarnos a que controle nuestras vidas. Aceptarla no significa que nos guste, sino que reconocemos su presencia y entendemos que forma parte de una reacción natural de nuestro cuerpo ante ciertas situaciones. Pero, una vez la aceptamos, la verdadera transformación viene al elegir no dejar que dicte cada momento.
Para mí, el camino empezó con pequeños pasos, como identificar cuándo sentía ansiedad y qué tipo de pensamientos la activaban.
He de admitir que reconocer que estaba sintiendo ansiedad era difícil, ya que tendía a ignorarla o a pensar que era “mi forma de ser”; pero darte cuenta de cuándo está ahí te permite empezar a tomar el control, a separar tu verdadero yo de los síntomas de la ansiedad. Este es el primer paso para entender que tú no eres tú ansiedad; simplemente es algo que está presente, pero no define quién eres.
Técnicas que ayudan a gestionar la ansiedad.
Aunque puede parecer un proceso difícil, aprender a gestionar la ansiedad es posible, y hay herramientas muy buenas que podemos poner en práctica en nuestro día a día.
La respiración consciente, por ejemplo, es una de las técnicas que mejor me ha funcionado. En momentos de ansiedad intensa, enfocarme en mi respiración me ayuda a centrarme en el presente, evitando que mis pensamientos se disparen hacia escenarios catastróficos que nunca llegan a suceder. A veces, simplemente me aparto de lo que estoy haciendo, cierro los ojos y respiro profundamente, contando hasta cinco al inhalar, manteniendo la respiración un segundo y soltando el aire también en cinco tiempos. Aunque parezca sencillo, el cambio es enorme.
La meditación y el mindfulness son otras prácticas muy valiosas. No se trata de pasar horas meditando, sino de entrenar la mente para que sepa volver al presente cuando la ansiedad la quiera arrastrar al pasado o al futuro. Con solo unos minutos diarios de meditación, podemos empezar a reducir los síntomas de la ansiedad y recuperar el control de nuestra mente. Aunque, como todo, requiere constancia, es una de las herramientas más poderosas.
Apoyo profesional y alternativas naturales.
Por desgracia, existen ocasiones en las que la ansiedad puede llegar a ser tan intensa que necesitamos apoyo profesional para gestionarla. Consultar a un psicólogo, por ejemplo, me permitió aprender técnicas específicas para trabajar con mi ansiedad.
Uno de los enfoques que más me ayudaron fue la terapia cognitivo-conductual, donde me enseñaron a cuestionar esos pensamientos negativos automáticos que tan fácilmente disparan la ansiedad. Muchas veces, nuestro cerebro interpreta señales de peligro donde realmente no existen, y aprender a desafiar esos pensamientos fue un cambio enorme.
Otra de las opciones que encontré útil fue probar algunos complementos alimenticios naturales. Aunque, claro, no todos funcionan para cada persona, descubrí que algunos suplementos pueden ayudar a relajar la mente y el cuerpo de forma natural. Una de las cosas que me recomendaron fue el suplemento alimenticio natural para la ansiedad Vida Zen de la tienda Mentali, ya que ayudaban a mantener la calma sin necesidad de recurrir a soluciones más fuertes.
Descubrí que las medicinas naturales también eran una buena decisión para situaciones en las que no podía soportar la presión de tanta ansiedad, aunque claro, no fueron lo único que ayudó: la terapia también era muy importante.
El apoyo siempre es imprescindible.
No puedo dejar de lado la importancia de contar con una red de apoyo.
Si algo he aprendido, es que vivir con ansiedad puede llegar a ser agotador, y a veces, necesitamos alguien que entienda lo que estamos pasando o, simplemente, que nos escuche sin juzgarnos. Yo tuve la suerte de contar con amigos y familiares que estuvieron a mi lado en los momentos difíciles, e incluso sin comprender totalmente lo que sentía, estuvieron ahí.
Esa red de apoyo me ayudó a entender que no estaba sola y que siempre había alguien dispuesto a echarme una mano si lo necesitaba.
Si estás lidiando con ansiedad, te recomiendo hablar con personas en quienes confíes. Sé que no es fácil abrirse, pero es increíble cómo el hecho de hablar de ello puede hacernos sentir más ligeros. Además, muchas veces quienes nos rodean también han vivido experiencias similares, y compartir estrategias y consejos puede ser realmente útil.
Reflexión final: La ansiedad tiene solución, pero necesitas creer en ello.
Creo firmemente que la ansiedad tiene solución. Tal vez no se elimine por completo, pero se puede vivir de una forma mucho más tranquila y equilibrada. Mi consejo es que, aunque en algunos momentos sientas que nada mejora, no te des por vencido. Cada paso que damos, cada pequeña victoria, nos acerca a una vida sin ansiedad.
Recuerda que la ansiedad no tiene por qué definirnos. No tenemos que aceptar vivir con ese ruido constante en la cabeza o esa sensación de angustia. Hay un camino hacia la calma, y puede que sea largo o con subidas y bajadas, pero es un camino que merece la pena recorrer.
Mirando hacia atrás, me doy cuenta que, cuando empecé a enfrentar la ansiedad me costó ver que algo tan constante en mi vida podía desaparecer. Pero lo más bonito de este proceso es que, con cada paso, gané herramientas y confianza para retomar el control de mi bienestar; y aunque no desaparece de un día para otro, tiene un final feliz si lo proponemos.
A veces hay recaídas o días difíciles, y eso es totalmente normal. Aprender a ser paciente conmigo misma, entender mis propios ritmos y respetar mis procesos fue fundamental.
Si te encuentras en un momento de tu vida donde la ansiedad parece haber ganado terreno, mi mensaje es claro: no te acostumbres a vivir con ella. Empieza a dar pasos, aunque sean pequeños, y permite que, poco a poco, puedas recuperar tu paz. La vida está llena de momentos hermosos y de oportunidades para disfrutar y conectar con los demás, y todos merecemos vivirla de esa manera, sin miedo y sin limitaciones.
¡Hay una vida más plena y libre esperándote!