Lotería

Si no juegas a la lotería… nunca te va a tocar

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Siempre pensé que eso de la lotería era una tontería. Un sacacuartos. Una ilusión barata para gente ingenua. Hasta que un día… algo cambió.

Me llamo Carmen, tengo 67 años, y he trabajado toda mi vida limpiando casas. Así, tal cual. Desde que era muy joven, me pasé los días agachada, fregando suelos, desengrasando cocinas, dejando ventanas como espejos y recogiendo lo que otros tiraban sin mirar atrás. A veces hasta tres casas en un día. Y mientras tanto, los dolores de espalda, las manos reventadas y la rodilla izquierda que me chilla desde los 50.

Pero lo peor no es eso. Lo peor es ver cómo todo el dinero que ganaba se esfumaba en la misma semana: el alquiler, el supermercado, la luz, los medicamentos… ¿Y yo? Nada. Ni un capricho. Ni un descanso. ¡Solo más trabajo!

 

Mi vida de esfuerzo sin pausa, sin lujos, sin tregua

A veces me pregunto cómo aguanté tantos años. Levantarme a las seis, salir con frío o con calor, subir y bajar escaleras sin ascensor con el cubo, la fregona, los guantes… siempre con prisa, porque tenía que ir corriendo de una casa a otra. El cuerpo se me ha ido doblando poco a poco. Cada año me costaba más, pero no había otra opción. Nunca me había dado el lujo de pensar en «vivir bien«. Porque sobrevivir ya era bastante.

Hubo momentos en los que sentí que la vida era simplemente injusta. Mientras limpiaba salones donde otros se tumbaban a descansar, yo solo soñaba con una tarde de sofá y una comida caliente sin mirar el reloj.

 

¿Y tú echas la lotería? Las palabras que empezaron a hacer ruido en mi cabeza

Durante años, la gente me lo decía: «¿Y tú echas la lotería, Carmen?«. Y yo siempre respondía lo mismo: «¡Anda ya! Eso no toca nunca«. Pensaba que era tirar el dinero. Mejor guardarlo para el pan, para el bus, para la farmacia…

Pero un día cualquiera, algo pasó. Estaba en la cola del supermercado y escuché a dos señoras hablar de La Primitiva. Más tarde, en la parada del autobús, una vecina me preguntó si jugaba. Y ya por la tarde, en la portería de uno de los edificios donde limpiaba, el portero me dijo: “¿Tú sabes que en esta calle le tocó la Primitiva a uno hace unos años?”.

Fue como si el universo me estuviera dando codazos. Así que entré en una administración de lotería por primera vez en mi vida. Compré un boleto. Sin pensar mucho. Solo por probar.

Y vaya si probé…

 

El día que mi vida dio un giro de 180º

Cuando vi los números, me quedé en blanco. No entendía nada. Pensaba que me estaba equivocando. Fui a comprobarlo a la administración y me dijeron: “¡Carmen, te ha tocado!”.

No era el bote más grande del mundo, pero era más dinero del que había visto junto en toda mi vida. Lo suficiente para dejar de limpiar casas para siempre. Lo suficiente para respirar tranquila. Y lo más importante: para recuperar un poco la dignidad que la vida me había quitado a fuerza de fregar suelos ajenos.

 

Antes de seguir, déjame explicarte un poco sobre cómo funciona La Primitiva

Cuando me tocó, empecé a leer más sobre esto. Me informé y leí en sitios como La Lotería María Victoria, administración con más de 40 años de antigüedad que tiene un amplio historial de premios, donde descubrí que La Primitiva no es ninguna moda nueva. Es una de las loterías más antiguas del mundo.

Nació allá por el siglo XVIII, en 1763, cuando el rey Carlos III decidió que era una forma de recaudar dinero sin subir impuestos. Se usaba para financiar cosas públicas, como carreteras o edificios.

En 1812 se hizo el primer sorteo oficial, y desde entonces ha cambiado mucho. Pero la esencia sigue siendo la misma: elegir unos números y esperar que la suerte esté de tu lado. Eso sí, en 1985 se modernizó y se adoptó el formato que tenemos hoy, el de elegir 6 números del 1 al 49. Mucho más sencillo y directo.

 

Cambios que hicieron que más personas se animaran a jugar

La Primitiva ha ido evolucionando con los años, y eso ha hecho que cada vez más gente participe:

  • En 1985, el juego se volvió más accesible y fácil de entender con el nuevo formato de 6 de 49.
  • En 1991, se introdujeron las apuestas múltiples, que te permiten jugar más combinaciones en un mismo boleto.
  • En 2001, llegó el bote acumulado, lo que significa que si nadie acierta los números, el premio se acumula hasta alcanzar cifras millonarias.
  • En 2015, se añadió la opción del Joker, que es un número adicional que puedes jugar por un euro más y que te da más opciones de ganar.
  • En 2016, se mejoraron los premios de segunda categoría, para que si no aciertas todos, pero te quedas cerca, también puedas llevarte algo jugoso.
  • Y ahora, gracias a los móviles y a internet, puedes jugar sin moverte de casa. Lo haces desde una aplicación o una web, y te avisan si ganas.

 

No soy la única: casos reales que te hacen pensar «¿y si soy el siguiente?»

Una de las cosas que más me gusta hacer desde que gané es leer las historias de otras personas a las que también les ha tocado la lotería. No por envidia, al contrario, sino porque me recuerda que lo que me pasó no fue un milagro aislado. Que esto pasa. Que cada semana hay alguien a quien la vida le da un giro inesperado gracias a un boleto.

Uno de los casos que más me llamó la atención fue el de un hombre en Fuenlabrada, en Madrid. Se llevó más de 64.000 euros con un boleto de La Primitiva. El premio fue de segunda categoría, lo que significa que acertó cinco números y el complementario, que ya es una barbaridad. El boleto se validó en la administración número 17 de la ciudad, que tiene hasta nombre propio: “La Perla”. Lo contaron en Cadena SER y, según dijeron, no era la primera vez que esa administración repartía suerte. Y yo pensé: mira tú, igual hasta paso por allí un día de estos.

Pero si ese premio ya te parece bueno, espera a que te cuente el otro: en agosto del 2024, un solo acertante ganó el bote acumulado de La Primitiva… ¿sabes cuánto? Nada menos que 88 millones de euros. Sí, lo has leído bien. ¡88 millones! Yo no me lo creía. Lo contaron en Infobae y dijeron que era uno de los premios más altos que se habían repartido en la historia del juego. Nadie conocía al ganador, pero seguramente ya estará viviendo otra vida.

Y hay muchos más. Cada año hay decenas de personas que cambian su suerte. Porque jugar no garantiza nada, eso está claro, pero lo que sí es seguro es que si no juegas, nunca vas a tener esa oportunidad.

Yo tardé 67 años en darme cuenta. ¡Pero tú puedes hacerlo antes!

 

Mi consejo sincero: juega, pero con cabeza y con ilusión

No te voy a decir que gastes en la lotería lo que no tienes. Eso no. Yo jugué con lo que me sobraba de la compra. Pero sí que te animo a probar.

Porque si nunca juegas, nunca te puede tocar. No pierdes nada por echar un par de euros a la semana. Lo importante es jugar con responsabilidad y con esperanza.

Aquí van algunos consejos míos:

  • No te obsesiones. No se trata de gastar todo tu sueldo, sino de probar suerte.
  • Juega con regularidad, pero sin pasarte. Una vez por semana está bien.
  • Apuesta en grupo. Hay gente que juega con compañeros o en familia. Así se reparten el coste y, si hay suerte, también la alegría.
  • No repitas siempre los mismos números. Cambiar de vez en cuando puede ayudarte a no frustrarte.
  • Y sobre todo, cree en la posibilidad. Yo no creía. Y mira.

 

Una nueva vida, por fin mía

Ya no tengo que limpiar casas ni hacer trabajos que me destrozan el cuerpo. Me he comprado una casita en el pueblo, en un sitio tranquilo, con un pequeño jardín donde puedo sentarme en una mecedora a descansar, como siempre he querido hacer.

He aprendido a disfrutar de las pequeñas cosas que antes ni me imaginaba. Ahora puedo cocinar con calma, sin estar pendiente de la hora, salir a caminar por el pueblo y, de vez en cuando, darme un capricho como ir a hacerme las uñas. Cosas que para muchos son normales, pero para mí, eran impensables. Y no solo para mí, sino para todo lo que representa esta nueva vida.

Lo mejor de todo es que ahora, por fin, puedo dormir tranquila. Ya no tengo que preocuparme por si me alcanza el dinero para todo, ni por el dolor de espalda que tenía cada vez que terminaba de limpiar. Ya no vivo con esa angustia de pensar cómo llegaría a fin de mes. Mi vida es mía ahora, y eso no tiene precio.

He aprendido es que nunca es tarde para empezar de nuevo. Algo tan sencillo como comprar un boleto de lotería me dio la oportunidad de vivir mejor. Ojalá más personas se atrevan a probar, porque, como yo… nunca sabrán lo que pueden ganar si no lo intentan.

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